• Somos parte de algo que es a la vez revolución y experimento: el acceso universal a la información y a la comunicación.
  • Nuestro cerebro evolucionó en un contexto distinto al actual para lidiar con retos razonablemente constantes a lo largo de cientos de miles de años.
  • Hemos modificado nuestro entorno de un modo radical, sin que nuestro cerebro haya cambiado al mismo ritmo. Tenemos una vida notablemente diferente a la de hace unos milenios, pero nuestro cerebro es el mismo.
  • Nuestro cerebro es plástico, pero hasta cierto punto. Puede adaptarse a una gran cantidad de cambio pero no a todo. Eso genera disfunciones de las que la adicción es un ejemplo importante.
  • Se requiere mucha investigación sobre este fenómeno de ajuste y desajuste entre cerebro y contexto.
  • Pero mientras llega y no llega esa investigación no podemos estar parados porque la revolución digital sigue. Se han de adoptar soluciones aunque sean provisionales y corran el riesgo de estar equivocadas.
  • Muchas de esas soluciones se han de adoptar en educación.
  • La manera de afrontar un reto como este, con información incompleta, en mitad de una revolución que es experimento, es emprender acciones (que son verbos) impulsados por emociones conscientes y guiados por valores.
  • Es necesario contar los intentos que se hacen dentro del sistema educativo, haciéndonos conscientes mediante ese relato, de qué acciones son (qué verbos), qué emociones aparece, qué valores representan. Y hay que sumar tantos relatos como sea posible compartiendo esa estructura (verbo-emociones-valores).