El uso de las TIC es el elemento que, muy probablemente, simboliza mejor, además de protagonizarlo, el cambio de época que estamos viviendo. Y, en el impacto global de estos instrumentos, hay un aspecto que nos debe ocupar ante todo, porque incide en algo fundamental: el efecto que el uso masivo de esas nuevas tecnologías tiene sobre la forma de contactar, comunicarse y relacionarse de los jóvenes; en suma, sobre la manera en que esos jóvenes construyen su identidad y su “forma de estar en el mundo”.
No queremos en este curso insistir en lo ya sobradamente analizado y conocido: el impacto de las TIC en los mecanismos de información y aprendizaje, su papel en las dinámicas de ocio o su presencia en la organización del tiempo libre, por poner unos ejemplos. Mucho menos pretendemos prestar una atención excluyente a esos aspectos amenazadores a los que tantas veces se sitúa en primer plano: los malos usos como el ciberacoso, la violencia virtual, el uso sexual de los menores, la invasión de la privacidad del otro, etc.; esos peligros que, junto con el riesgo de la adicción o el supuesto efecto de incomunicación y ensimismamiento, se presentan no infrecuentemente en el “escaparate” del uso de las TIC por los jóvenes.
Todos los elementos citados son realidades que es preciso estudiar para objetivarlas, para potenciar las positivas y para neutralizar las negativas. Pero, insistimos, no queremos convertirlos en el centro de este curso.
Por otro lado, sabemos que “la juventud”, como perfil identitario, no es más que un constructo; que lo que es una realidad son jóvenes, muy diversos, muy cambiantes, muy resistentes al encasillamiento por mucho que los tópicos se empeñen. Y ahora sabemos que esa diversidad, esas peculiaridades diferenciadas, también se dan en la forma de aproximarse, vivir y relacionarse, con y a través de las TIC. Los jóvenes no necesariamente coinciden, ni siquiera cuando se les supone “nativos digitales”.
Los diferentes tipos ideales de conciliar las relaciones on y offline, nos muestran la complejidad de ser joven en un mundo complejo. Un mundo en el que la interacción personal, la política, la formación o la construcción de la identidad personal y de la colectiva, se plantean desde presupuestos muy distintos, casi siempre autogestionados, que se supone que debemos conocer mejor.